jueves, 16 de febrero de 2012

AGONÍA DEL CARNAVAL FOLKLÓRICO

I. CARNAVAL O CARNESTOLENDAS:
Una de las acepciones que explica el origen de la voz CARNAVAL es la que la hace derivar del italiano carnevale, la misma que estuvo vinculada con la carne o los placeres carnales. Desde sus orígenes, en la vieja Europa, los carnavales o carnestolendas se expresaban en una serie de “bulliciosos regocijos o fiestas populares que se celebran en días inmediatamente precedentes al Miércoles de Ceniza, principio de los ayunos cuaresmales. El día del carnaval es el Domingo de Quincuagésima, pero van agregados a él el lunes y martes siguientes”.

II. FOLKLORE Y CARNAVAL:
La palabra folklore fue inventada en 1846 por el inglés William John Thoms, la misma que ya fue incorporada a la lengua castellana. Lo importante no es la palabra, sino la realidad folklórica que tiene un desarrollo milenario en las diferentes naciones del orbe. El folklore, como realidad objetiva, está integrado por un conglomerado de expresiones vernáculas que empírica y tradicionalmente han llegado a constituirse en el acervo popular observable e innato de los grupos sociales; es decir, que son supervivencias culturales especiales de algún sector de la evolución histórica de los pueblos.
El Carnaval, como hecho social que se representa anualmente es parte de las costumbres folklóricas del altiplano. El carnaval de ahora, es una simbiosis cultural cuyas raíces proceden de las tradiciones andinas e hispanas. Los pobladores precolombinos, que tenían una marcada reverencia hacia la pachamama, también tenían su momento de jolgorio que se manifestaba a través del warachicuy y del pujllay, en donde los adolescentes y jóvenes se divertían espontáneamente. Estas prácticas, en los ayllus y pueblos del Tawantinsuyo se realizaban en el mes de las flores; así la alegría ofrecida por la madre naturaleza, que exhibía su mejor atuendo, era compartida con la juventud que también estaba en plena maduración, por lo que cantaban y bailaban jubilosamente a fin de que la futura cosecha sea frondosa.
Durante la Colonia esta tradicional actividad andina fue suprapuesta por las carnestolendas de Europa que coincidía con la festividad del mes del florecimiento o jatun poqoy nativo. La festividad nativa tenía expresiones mágico-religiosas y de agradecimiento a la pachamama, en cambio, el carnaval foráneo traía consigo ruidosas celebraciones y juergas que incitaban a rendir culto a dioses mitológicos como “Momo”, “Baco” y “Eros”, es decir que durante la dominación hispana se echaron las bases del libertinaje en cuanto a la embriaguez y la lujuria, en donde los criollos y mestizos abusaron de la población nativa femenina, las mismas que muchas veces quedaban embarazadas ignorando la paternidad del hijo que ya estaba en marcha. Esta situación, también ha originado otra costumbre que se realizaba al cabo de nueve meses, es decir, en noviembre, en donde se celebraba el nacimiento y bautizo del bastardo, con burla y sarcasmo, por ser fruto de las fiestas carnaválicas.
Mientras se producían los abusos libidinosos en algunas poblaciones o haciendas, en los ayllus se iniciaban silenciosos romances e idílicos homenajes a la fertilidad.

III. CARNAVAL FOLKLÓRICO EN ALERTA ROJA:
Con el transcurrir de los siglos esta bárbara costumbre traída por los conquistadores españoles, logró fusionarse con la agropastoril costumbre nativa y se transformó en lo que conocemos como carnavales, los mismos que adquirieron sus propias particularidades en cada espacio geo-demográfico, conservando siempre los elementos de ambas culturas con preponderancia de la dominante en las ciudades.
En nuestro medio, la tradición carnaválica hasta hace pocas décadas era muy singular, debido fundamentalmente a la presencia de residentes extranjeros desde comienzos del siglo XX y los naturales que les brindaron grata acogida. Aquí las carnestolendas tradicionales se manifestaban de manera diferente en el área rural y en el sector urbano, y lo que es más, en éste último se evidenciaban también amistosas diferencias.
En el sector rural el culto a la pachamama en los carnavales era un gran suceso comunal, pero desde la última década del milenio que feneció se han reducido a escasas y momentáneas visitas familiares para bailar y brindar alrededor de los cultivos y animales sin atuendos pertinentes. Nuestros carnavales estaban matizados por una serie de elementos que la tipifican y una de las que resaltaba eran las comparsas de músicos y bailarines que alegraban las comunidades y pueblos, inclusive en algunas poblaciones se concentraban para intercambiar sones, ritmos y festejos; cosa que ocurre en muy pocos centros demográficos.
En la ciudad se extrañan los amistosos juegos con agua bendita, los bailes con máscaras en elegantes salones patrocinadas por prestigiosas instituciones, los desfiles de disfraces protagonizados por las mismas autoridades; también extrañamos los sones de las comparsas de tarkedas precedidos de vacunos u ovinos que expresaban el reconocimiento que hacían los ahijados hacia sus padrinos. Asimismo se observa la poca preocupación por adornar con serpentinas, globos, misturas y flores las viviendas y calles de nuestra localidad; los humos de las sahumadas son otras manifestaciones que ya no se perciben con claridad.
Estas y otras costumbres están en peligro de extinción, pero otros dirían que están en evolución. Durante los últimos lustros, las ideas de globalización y modernidad, desapercibidamente, están haciendo que nuestros carnavales estén perdiendo su esencia folklórica. El afán de lucro, el exhibicionismo, la intromisión del capitalismo, el deseo de atraer turistas, entre otros factores, vienen contribuyendo a que los bailes folklóricos sean estilizados y convertidos en obras de exhibición artística. Cuando se reglamenta, se califican, se premian, se cronometran, se practica fuera de su escenario natural, etc. el baile folklórico deja de ser tal y se convierte en una mercancía apetecido por los traficantes del folklore.
Lo expresado es algo que no debe obviarse, pues este “paquete turístico” algunas veces ocasiona, entre otras consecuencias, disputas innecesarias, intereses hegemónicos, gastos inútiles, trajes suntuosos y una serie de aditamentos superfluos que distan mucho de sus raíces folklóricas.
Si recordar es volver a vivir y el futuro no se construye ignorando el pasado, entonces la tradición debe ser punto de referencia para forjar y consolidar nuestra identidad cultural.

IV. EL CARNAVAL JULIAQUEÑO VIGENTE:
En la actualidad esta fiesta de masas, se caracteriza por un enorme derroche de alegría con mascaradas, juegos, bailes, comparsas, melodías, cantos y otras formas de regocijos muy animados y bulliciosos, observándose la paradójica realidad de que una disfraz o máscara “es más hermoso, cuanto más horrible es”.
Pero, de acuerdo al calendario católico, las carnestolendas son regocijos populares que se debía celebrar los tres días que anteceden al miércoles de ceniza. Sin embargo, en nuestro medio este calendario inconscientemente es vulnerado, pues al reducirse los carnavales a exhibiciones dancísticas, esta festividad se inicia cuando en realidad culmina.
No hay duda que en Juliaca los concursos de danzas post-carnaválicas vienen cobrando prestigio a nivel nacional, pero la ausencia de una orientación para elevar su calidad viene minando la aspiración de hacer reconocer a nuestro pueblo como la capital de los carnavales más prolongados del país.
Esta realidad la aceptamos porque hasta ahora se ha convertido en la única defensa contra el avance arrollador del fenómeno de la alienación. A pesar se este atisbo positivo no deja de preocuparnos que venimos observando la agonía del carnaval folklórico, puesto que a esta práctica de siglos se la viene reduciendo, peligrosamente, a concursos de danzas mal clasificadas.

Ciudad de los vientos, mes del florecimiento. (2000)

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